El tercer miembro del Concilio, quien
no había pronunciado palabra alguna, contemplaba El tercer
miembro del Concilio, quien no había pronunciado palabra alguna, contemplaba
atentamente al Xeniam. Oculto bajo su capucha, aquellos ojos azules que habían
permanecido impasibles al hechizo de la criatura lo analizaban lentamente,
mientras Vessaria ordenaba a los embajadores que volvieran a sus asientos, pues
algunos habían amenazado con retirarse inmediatamente tras el presunto ataque
psíquico. El otro miembro del Concilio, Therion, hablaba entre susurros con
Kassadin, Kayle y Lucian, mientras estos le transmitían sus decisiones. Entonces
fue cuando Ashram se percató que Akran lo contemplaba de igual forma.
– No te soy demasiado desconocido –vocalizó,
lentamente.
– En
efecto –la voz del miembro del Concilio resonó en un oído del Xeniam, a través
de lo que parecía un artefacto mágico menor. Ahora entendía que en medio del
caos, sintiera algo introducirse entre sus cabellos. Aquel hechicero sabía
aprovechar las ocasiones.
– No deberíais saber nada de mi existencia –Ashram
parpadeó, contemplando el destello blanco de sus ojos a través de su capucha,
antes de responder.
– Los
asuntos de este mundo quedan en manos de mis compañeros. Yo contemplo más allá.
He conocido tu mundo, y he leído de ti, a manos de unos textos muchos siglos
más viejos que tú. ¿Los conoces? –el Invocador tuvo el placer de ver al Xeniam
crisparse por unos segundos, cruzándose de brazos, antes de que su postura se
tornase más ofensiva.
– Destruid eso inmediatamente. No sabéis lo
que estáis haciendo con ese libro.
– No
eran más que una decena de páginas. Pero han desaparecido de mi posesión.
Quiero que las encuentres, si tan peligrosas son, nadie debería tenerlas…
– …¿Me has entendido, Akran? ¡Akran! –la
voz de Vessaria resonó en la sala, desconcentrando al encapuchado de su
conversación. El resto de la Sala había quedado en silencio. La mujer resopló
levemente, antes de repetir.
– Ha quedado claro tanto que eres peligroso y
problemático, como que no posees intención de conflicto para con nuestro mundo.
Si no podemos retenerte, ni te atienes a las reglas de la Liga de Leyendas, no
nos queda otra opción que devolverte a tu mundo lo antes pos –el invocador
a la derecha de Vessaria se incorporó por primera vez. Solo el gesto denotó que
era mucho, mucho más viejo que Therion, pero él no se retiró su capucha. Apoyó
sus manos en el atril, antes de comenzar a hablar, con una voz profunda y
marcada por la edad.
– Permitidme
expresar mi opinión con el resto de la Sala… Ha quedado claro que sabe
defenderse. Y que nuestro mundo no tiene interés alguno para él. Por tanto, en
tanto no tenga motivos no debería causarnos molestia alguna que se encuentre
por aquí. Me han informado, de hecho, que el tristemente célebre Doran se ha
despertado de la inconsciencia causada por aquel a quien juzgamos ahora, con
sus facultades mentales completamente restauradas –la revelación causó un leve
revuelo entre los embajadores, que se miraron entre sí mientras las Esferas
destellaban, transmitiendo la información.– De hecho, está trabajando ahora
mismo a pesar de que se le ha pedido que repose, dado que durante todos estos
años ha seguido ideando nuevas maravillas para el Instituto. Sabéis lo que esto
supone, compañeros. La Liga de Leyendas va a sufrir muchas modificaciones si
nuestro mayor artífice ha llegado tras tantos años de espera… Junto con el
poder político y real que esto supone. Deberemos reforzar nuestras defensas, y
asegurarnos que el Arcanum Majoris sea realmente impenetrable. Los robos del
pasado han de desaparecer. Todos recordamos los tristemente famosos artefactos
destruidos o sustraídos…
– Disculpadme,
pero… ¿Qué tiene que ver lo que estáis diciendo ahora con el asunto que nos
incumbe? –preguntó el representante jonio. Ashram sonrió levemente para sí,
asintiendo a sus palabras.
– Él
podría asistirnos hasta que podamos hacerlo por nosotros mismos. No forma parte
de la política de Valoran, y ha quedado claro que no dudará en atacar a quien
considere que se lo merezca… Y a diferencia de cualquier grupo de Invocadores
que decidamos del Instituto, no sentirá ninguna particularidad por ninguna de
nuestras Ciudades-Estado. Aun así, os propongo que probemos sus capacidades… A
nuestra manera. De aquí a siete días, la Grieta del Invocador será reactivada
de nuevo para una batalla particular –una vez terminó de hablar y se sentó, los
otros miembros del Concilio se giraron, mirándolo directamente.
– ¿Quién
te ha dado permiso para dirigir todo el Instituto por tu cuenta, Reginald? –susurró Therion, enarcando una ceja y
fijando uno de sus ojos rojos en él.
– No es que me parezca mala idea, pero… ¿Van a
aceptar ellos? –susurró Vessaria, contemplando el palco de Invocadores, quienes
en ese momento se encontraban informando a sus respectivas Ciudades.
– Me
preocuparía más de convencerle a él de meterse en uno de nuestros Campos para
un combate donde si mata a sus adversarios estos se levantan, pero él muere –comentó
Ashram, mirando hacia el frente. El Xeniam había bajado del muro recién
construido y se encontraba sentado en una posición de meditación en el centro
de la sala, con su espada reposando sobre sus muslos. Cuando hablaron de él,
alzó la mirada, y asintió levemente.
– Si
la idea es que podamos confiar en sus habilidades, lo más lógico será que haya
un campeón de cada Ciudad-Estado que pruebe su valía, ¿verdad? –dijo en voz
alta el representante demaciano, haciendo que varios de sus compañeros
asintiesen.
– El
combate ha de probar que el Instituto es capaz de enfrentarse a él. Combatirán
cinco Campeones que no formen parte activa de ninguna Ciudad-Estado –anunció
Therion, provocando que los emisarios protestasen.
– ¡Eso
es una tontería! ¡Que combatan aquellos que sí tienen a quien representar!
– ¡¿Quién
va a luchar, un Campeón que no le importe perder?! ¡Ha de luchar alguien que
sepa lo que se arriesga!
– Si queréis que luche contra vuestros
representantes… Puedo hacerlo si sobrevivo a esa batalla. Un combate en cada
Ciudad-Estado. Decidís vuestras reglas. Yo decido cuándo –la voz fría del
Xeniam se alzó por encima de las quejas de los Invocadores, callándolos por
completo. Por su parte, Kassadin se acercó hacia Akran, lentamente, al tiempo
que lo hacía la Justiciera.
– Los
ecos de tu fuerza han resonado por el Vacío, Segador. Sus criaturas gruñen tu
nombre con odio y a la vez con deseo. Ignoro qué has hecho al otro lado… Pero
no permitiré que la suerte que corren todos los mundos que has visitado persista
aquí. Si los atraes, seré el primero en silenciarte… Para siempre –el
brillo violeta de Kassadin se desvaneció en un instante, su cometido en aquel
lugar había terminado y por tanto, podía irse. Con un violento crujido, el filo
de Kayle se hundió justo al lado del Xeniam, que pudo ver su reflejo en él,
antes que la distorsionada voz de la Justiciera resonara dentro de su casco.
– Has apagado el fuego de mi filo. Con el
mismo fuego. ¿Qué demonios eres, criatura? Te daré caza hasta que me respondas.
Frente a las Salas de Curación, cuando caiga la noche. Tienes hasta ese plazo
para presentarte –con un chasquido, el filo se liberó, y el ángel alzó el
vuelo, desapareciendo a través de la puerta rota. Finalmente, Lucian pasó
frente al Xeniam, sin decir nada. Simplemente le apuntó con su arma una última
vez, sintiendo el poder sacro que emanaba de esta, antes de retirarse. Una vez
se fueron, y el Concilio se dispuso a mediar con los emisarios, Akran se
incorporó y se dirigió hacia la puerta, que ahora se abría perfectamente.
Frunció el ceño, sabiendo que quien hubiera sellado antes la puerta, había
podido deshacer el conjuro durante el combate. Demasiados asuntos sin
respuesta, más de los habituales… Negando para sí, se dispuso a salir, hasta
que percibió la presencia a su espalda. Un solo Invocador se encontraba aun en
la sala, el representante noxiano.
– Mi
nombre es Jaun, de Noxus. No sabemos qué eres, pero eres un peligro para todos
los que se encuentran cerca. Deberías escuchar lo que podemos ofrecerte –el
Xeniam ladeó la vista, observándolo fijamente. – Noxus tiene mucho más poder
que ninguna de las otras Ciudades-Estado. Y secretos que posiblemente, sean las
respuestas que buscas. ¿Quieres saber quién te trajo aquí?
– Abandonad la magia aquellos que no sabéis
el precio que pagáis –murmuró Akran, antes de salir de la estancia. El
rostro de Jaun se ensombreció, mientras una figura contemplaba todo al otro
lado de la Esfera. Un cuervo graznó.
– Embajador, vuelve a tu puesto. Esto no está
fuera de mis planes. Pero no se podrá decir que Noxus no derramó sangre sin
hablar primero…
Instituto de la Guerra – Ala Oeste
La luz de la
tarde se filtraba a través de los largos ventanales de aquel inmenso pasillo.
Akran avanzaba en silencio, evitando la luz, mientras seguía las indicaciones;
se le había asignado una de las habitaciones reservadas a Campeones, en uno de
los extremos del Ala Oeste del Instituto, por lo que se encontraría aislado del
resto como había solicitado. Dejando atrás más de quince puertas, finalmente
llegó a la suya. Dos Invocadores se encontraban frente a ella, terminando de
construirla. La palabra Xeniam se encontraba grabada en metal sobre la puerta
de madera, ricamente ornamentada. Uno de los Invocadores, la mujer de edad
madura, se giró, observando al recién llegado.
– Ah, pero si ha llegado el nuevo inquilino.
Espero que os guste. No todos los días se tienen que cumplir tantas exigencias
a la vez para un Campeón… Aunque deberíais llegar a ver qué maravillas puedo
hacer con estas manos –dijo, sonriendo, mientras daba un golpecito en el
hombro a su colega, que era un Invocador de corta edad, apenas un adolescente.
– ¡Auch!
¡Eh, vieja, deja de golpearme!
– ¿Pero a quién has llamado vieja, niño?
¿Quién ha construido la esfera de bloqueo? ¿Y las decoraciones? Si fuera por
ti, esto parecería una jaula –el joven invocador resopló, contemplando a
Akran.
– Creo
que a él no le importaría. No tiene ojos para ver eso –apenas habló, la mano de
la Invocadora cruzó su cara, provocando un gruñido de dolor del muchacho.
– … Idiota. Criar a un hijo superdotado es más
duro de lo que muchas creen, y más si resulta ser más hábil que una misma.
Disculpad sus modales, Xeniam. Una habitación alejada que no podrá observarse
mediante magia, reforzada, y con solamente el mobiliario imprescindible. Cama,
baño, biblioteca con una colección de tomos recientes y mesa de trabajo, así
como un armario. Hemos ahorrado el estante de armas porque… No parece que os
haga falta –Akran asintió levemente, sin decir más. La mujer se le quedó
mirando unos segundos, antes de coger a su hijo y arrastrarlo lejos de ahí.
Internamente, se maldijo para sí misma. Para variar, parecía ser otro de esos
Campeones que se creían superiores a todos solamente por existir… Aunque eso de
Doran había calado, y bastante.
– ¿Esta ala de habitaciones está
completamente vacía? ¿A qué otras habitaciones está conectada? –dijo la voz
profunda a su espalda. Inmediatamente la Invocadora se giró, mientras el Xeniam
se quitaba su capucha y se quedaba de espaldas.
– Eh… Tened cuidado. Las paredes llevan hacia
el Ala de aquellos Campeones que son un peligro para la Liga y están sellados,
enjaulados, o aislados de todos los demás. No deberían causar ningún problema salvo
que decidáis destruir completamente las paredes… –Akran asintió, y se
introdujo en la estancia, cerrando la puerta. La mujer suspiró, mientras su
hijo bufaba.
– Mamá.
Esa cosa iba a matarme. Tú también viste ese cuchillo en su mano y su magia,
¿verdad?…Gracias por haberlo detenido –la mujer suspiró, negando para sí. Aquel
pequeño aún tenía mucho que aprender… Pero tenía buen ojo.
Las horas
pasaron. El Xeniam comprobó las funcionalidades de lo que ahora era su nuevo
cuarto. Los hechizos que permitían un agua a la temperatura que deseara no le
resultaban desconocidos, pero la mera idea de poder relajarse en un espacio
hecho para el descanso si lo era. Por suerte para él, estar siempre armado se
compaginaba bien con su necesidad constante de permanecer alerta. Tras un largo
baño, donde comprobó que los Invocadores habían sido bastante generosos en
cuanto a espacio, abrió el armario. Varias togas en los estantes superiores,
así como pantalones, camisas y camisetas de todas las longitudes. Sin pensarlo
demasiado, tomó una larga toga oscura y se la puso por encima, antes de
dirigirse hacia la biblioteca. Sonrió levemente, al contemplar que aparte de
libros acerca de la gloria y origen de aquel lugar, había muchos pergaminos de
noticias de hacía unos meses, así como varios tomos acerca de los Campeones de
la Liga. Aquella información bien valía su peso en oro… Tomando una pieza de
fruta de un bol, comenzó a leer con calma. Aún tenía tiempo antes de tener que
moverse de nuevo.
Instituto de la Guerra – Salas de Curación
Abrió
lentamente los ojos. El dolor físico había desaparecido hacía tiempo, pero el
mental… Jolie se incorporó súbitamente, completamente despierta. Tal vez si
hubiera sido más veterana, más experimentada, hubiera intentado asociar aquel
recuerdo con las batallas en los Campos de la Justicia, pero ella era joven, y
aquella escena seguía vívida en su mente. Alzó la vista, viendo el resto de
camas. Las Salas de Curación del Instituto eran de las mejores de todo Valoran,
y posiblemente de toda Runaterra. Varios Campeones solían acabar allí, bien por
haberse excedido en alguna de sus frecuentes salidas por cualquier motivo, si
bien las Salas solían llenarse por Invocadores. Invocadores incapaces de
resistir el poderoso enlace con Campeones, heridos al investigar nuevos
hechizos o artefactos arcanos, o aquellos que habían llenado sus mentes con
demasiado terror. Aún existía una Sala dedicada en completo al cuidado de los
afectados por Nocturne y Fiddlesticks, una de las salas más lúgubres. Por
suerte, su caso no había sido para tanto. Cerca de ella se encontraban las
camas vacías de sus compañeros, que se habían recuperado antes que ella y
habían vuelto al trabajo, excepto el Arquitecto, que se encontraba tumbado,
mirando fijamente al techo. Recrecer una mano era una clase de magia que no era
ni simple, ni indolora, pero el que no hubieran podido hacerlo era una cuestión
que lo había anclado a aquella sala hasta que lograsen entenderlo.
– Deberías
estar durmiendo –dijo, sobresaltando a la joven.
– No…
Es fácil olvidar eso –casi susurró, intentando que sus ojos se adaptaran
completamente al tenue ambiente de la sala.
– Nadie
ha dicho que debas olvidarlo. Solo aceptarlo – el Arquitecto contempló el
muñón. Aún faltarían unas horas antes de que su cuerpo comenzara el doloroso
proceso de regeneración, aunque al menos ya había dejado de sangrar.
– No…
No puedo aceptar lo que le hizo a Mal, señor. No quiero aceptarlo. Quiero que
sufra –la voz de la mujer tenía un tono mucho, mucho más firme de lo que el
veterano Invocador quería escuchar. Abrió la boca para reprenderla… Pero
ninguna palabra salió de su boca. Al fin y al cabo, ella tenía razón. Le habían
dicho que por algún motivo, el Concilio había decidido no deshacerse de aquella
maldita criatura… No lo aceptaría él tampoco.
Un batir
impaciente de alas resonaba en la amplia entrada a las Salas. La Justiciera esperaba
espada en mano cerca de las puertas centrales, contemplando a los escasos
Invocadores que pasaban por allá. La mayoría, o bien se encontraba en las zonas
comunes del Ala Sur, o bien se estaban maravillando en el Ala Norte, en la zona
de exposición e instrucción, con los nuevos artefactos que no habían dejado de
salir del Arcanum. Aquello que para muchos Invocadores había resultado todo un
milagro, era también molesto para Kayle. El Instituto no necesitaba más artefactos
poderosos, ya una mínima parte del Arcanum Majoris era suficiente para desatar
guerras tan cruentas como las Rúnicas, y eso condenaría Runaterra a su
extinción absoluta. Las tormentas mágicas que arrasaban la superficie de
Valoran lo atestiguaban…
Dentro de
aquel casco, los profundos e inmortales ojos de Kayle contemplaban con atención
todas las entradas. Sabía que aquella criatura podía aparecer en cualquier
momento… Eso también era más que molesto. Sintió el agradable peso de su
espada, lista, así como todo su cuerpo, preparado para enfrentarse a cualquier
enemigo. Entonces, una figura alada apareció a su izquierda… Aunque no era en
absoluto aquella a la que esperaba. Arrugó la nariz, percibiendo claramente el
hedor a magia oscura que su hermana Morgana despedía, mientras esta se acercaba
directa a su hermana con una abierta y abyecta sonrisa.
– Kayle, Kayle, Kayle… ¿No tienes ningún otro
lugar desde el que impartir tu justicia divina? –dijo, mientras sus ojos
ardían con odio.
– Morgana… Deberías estar en cualquier otra
parte. Sal volando de aquí –la voz acerada de Kayle no pudo evitar el
ligero matiz, al burlarse de las alas inutilizadas del Ángel Caído, la cual
sintió como su rabia crecía. Se contuvo lo suficiente como para no desatar su
magia, pero aquellos ojos eran puro veneno.
– Algún día acabaré contigo, y la guerra
terminará de una vez por todas con la hipocresía y la soberbia que representas…
Hermanita. Ah, ¿esperabas a ese? –alzó una mano, señalando al otro lado de
la sala, hacia un Xeniam que andaba directo hacia las hermanas. Kayle giró la
cabeza lo suficiente como para saber qué iba a pasar a tiempo. Odiándose
profundamente por lo que iba a tener que hacer, se interpuso entre su hermana y
Akran justo antes de que su filo se proyectara directo hacia Morgana, solo para
que la espada de Kayle la rechazara lo suficiente como para que solo rasgara la
mejilla del Ángel Caído, que sintió inmediatamente el atroz dolor del arma
hechizada.
– ¡AGH! ¡Maldita criatura del…! –Morgana
tardó unos segundos en comprender que Kayle la había salvado, antes de
retirarse envuelta en un potente escudo a toda prisa. – ¡Me vengaré!
– ¡¿Qué estás haciendo?! –rugió la
Justiciera, rechazando la hoja de Akran y golpeando a su vez, forzando a este a
defenderse. Sin esperar respuesta, Kayle sintió como su magia divina incendiaba
su espada, para luego golpear al Xeniam con mucha más fuerza, provocando que
este retrocediera… Para luego desaparecer sin más. Kayle tardó un segundo en
comprender que el filo de la espada estaba ahora justo en su espalda. Bufó.
Otro que era capaz de teletransportarse…
– Asesino todo aquello que emplee artes
malditas o corruptas… Justiciera. Por mucho que sea familia tuya –Kayle
enarcó una ceja, avanzando unos pasos y dándose la vuelta. Akran se encontraba
frente a ella, con una toga de Invocador encima pero su filo negro estaba
surgiendo de su mano. –He tenido tiempo
de leer un poco.
– No puedes atacar a otros Campeones en el
Instituto de la Guerra salvo que sea en defensa propia. Eso deberías saberlo…
–ladeó la vista, confirmando que no pasaba nadie por allá. Y Morgana debería
estar ya bastante lejos. –Tú puedes
controlar el mismo fuego que empleo. Por qué –Akran ladeó la vista,
mientras la hoja desaparecía de su brazo. Mostró su palma abierta a Kayle, y
una llama blanca surgió de esta.
– Nací con el Fuego Astral en mí ser. Suponía
que vería a otros más tarde que temprano –dijo con calma. Demasiada calma
para Kayle.
– No eres de mi raza. ¿Cómo puedes siquiera
empuñar nuestro mismo poder con esa desfachatez? ¡Es un insulto! –el Xeniam
se encogió de hombros. La Justiciera frunció el ceño, visiblemente molesta.
– Cuentan vuestros libros que aceptaste mil
años de servidumbre a cambio de que la Liga no emplease sus poderes para
terminar una guerra en vuestro mundo. Y a mí me llamas ofensivo… La esclavitud
es mucho más penosa –la Justiciera avanzó unos pasos más, hasta quedar a
pocos centímetros de Akran, mientras se quitaba su casco, que chocó contra el
suelo con un tañido sordo. Resoplando, alzó una mano hasta el rostro del
Xeniam, agarró su capucha y la apartó, sosteniéndole la mirada sin alterarse en
absoluto, mientras le sostenía de la toga y lo alzaba en el aire sin
dificultad.
– Escúchame bien, maldito asesino. No sabes
nada de mi pueblo, no sabes nada de mí, y no sabes nada de la justicia que
represento. Si crees que un estúpido hechicero puede realmente hacerme algo, no
sabes nada de nada. ¿Comprendido? –el Xeniam gruñó, y agarró el brazo de
Kayle. Aplicando una fuerza colosal, Akran se liberó de su pinza y volvió al
suelo, trastabillando. Contempló fijamente el rostro real de Kayle; la larga
melena rubia no ocultaba el inmenso pensar de aquellos grandes ojos azules.
Libre de cicatrices, el hermoso y triste rostro de la Justiciera lo miraba
desde una máscara de piedra.
– Lo has hecho una vez. La siguiente vez,
perderás tu brazo –murmuró Akran, volviendo a colocarse su capucha. Una de
sus alas, envuelta en fuego, surgió de su espalda. La batió una vez,
permitiendo que las llamas se esparcieran, formando runas durante un instante,
antes de desaparecer. Como respuesta, la mirada de Kayle se crispó, pero cuando
lo giró para volver a ver al Xeniam este ya no estaba. La mujer maldijo para sí
mientras recuperaba su casco y volvía a ponérselo, realmente furiosa.
Hacía demasiado tiempo que no
leía en su propio idioma… Y ahora entendía el error que había cometido al
tocarlo directamente, y sostener su mirada. Pero también había podido
comprender el por qué había podido encantar a los Invocadores. Sin su casco lo
había visto más claro… Aquel rostro no había nacido, había sido creado. Creado
para evocar una imagen que incitara a escuchar y aceptar lo que él dijera, un
líder nato. Algo que… Le recordaba a su propio pueblo, que había tomado una
decisión similar, hacía más tiempo del que podían recordar.
La Justiciera alzó el vuelo,
saliendo por una de las ventanas del Instituto. Necesitaba despejarse. Había
sido demasiado por un día.
No muy lejos de allí, una figura
contemplaba a la Justiciera alejarse del Instituto. Y sonrió, mientras
contemplaba una puerta sellada con un nombre en particular… Aún no era el
momento, pero llegaría. Y entonces, aquel problema en sus planes desaparecería
tan rápido como había surgido…
No hay comentarios:
Publicar un comentario